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Historia de una institución

En 1670 comenzó a forjarse la historia de esta casa... 

Duro, muy duro, fue social y políticamente el siglo XVII. En Burgos no menos que en el resto de España. Aquí, la crisis alcanzó grados de extrema gravedad. Uno de los indicadores más significativos de la depresión lo encontramos en la caída de la población de la ciudad, que descendió hasta mínimos históricos. Entre los barrios más castigados estuvo San Esteban. En ese ambiente ciudadano de general decadencia económica y social, el Concejo burgalés se vio impotente, sin capacidad para dar respuesta adecuada a las necesidades de una gran masa de vecinos, sumidos en auténtica indigencia. De ahí que las soluciones a los problemas básicos de tanto necesitado vinieran, en muchos casos, de iniciativas privadas, individuales, dispuestas a contribuir con su fortuna y hasta con su dedicación personal, al remedio de aquel cúmulo de carencias. 


      Nacieron instituciones benéficas, hospitales… Buen número de ellas creadas por y a expensas de bienhechores eclesiásticos. Es el caso de los clérigos D. Francisco de Villegas y D. Francisco de Saldaña, promotor y fundador respectivamente del “Seminario de Nuestra Señora de la Misericordia”. El nombre de Saldaña se puso en memoria y homenaje del segundo de estos dos Franciscos, que junto a la entrega de sus bienes- estableció sobre sí la carga de poner en pie y en marcha la obra soñada por Villegas, dando lugar al primer centro docente, específicamente femenino, de la ciudad. Así pues, con este marco histórico y en los posteriores años, este establecimiento benéfico-asistencial pensado para recogimiento de huérfanas en su fundación sufrió numerosas transformaciones, hasta llegar a convertirse en un centro docente desprendido de los rasgos que le definían en su nacimiento. Se pasó de orientar a las niñas y “criarlas y educarlas en la fe” a la aparición de la LOGSE con su correspondiente centro mixto.


  EL COLEGIO SEMINARIO DE NUESTRA SEÑORA DE LA MISERICORDIA (1674-1681) El 30 de julio de 1674 Villegas y Saldaña crearon un seminario para la formación y cuidado de veinticuatro niñas huérfanas pobres. Al frente del Colegio se puso a una mujer seglar, a quien se la exigía unos requisitos especiales para poder acceder a dicho puesto. Esta mujer no estaba vinculada a ninguna orden o congregación religiosa, aunque este aspecto de lo religioso se tuviera preferentemente en cuenta. A esta representante máxima del Colegio se le denominó Rectora y recibiría la ayuda de una o más Ministras que también recibirían preferentemente el nombre de Maestras, con motivo de su función docente. En cuanto a las niñas y su admisión se requería que fueran “niñas huérfanas de padre y madre si las hay o niñas huérfanas solo de padre o en su defecto, de madre y en falta de éstas, las más pobres aunque tengan padres”. Pese a esto, no se cerraba la puerta por completo a todas aquellas que tuvieran padres y parientes ricos que pretendieran entrar para ser educadas “conforme lo dispuesto en los Seminarios de niños por el Sagrado Concilio de Trento pagando el gasto que hicieren”. 


  En cuanto a la edad, no deben tener menos de siete años para ser admitidas. Lo espiritual, y en concreto, lo religioso, se convertiría en la primacía como objetivo de educación, pero distanciándose de las semejanzas con los conventos de clausura. Las prácticas religiosas ocupaban el tiempo de las niñas unas tres horas y media diarias, sin contar las lecturas de tipo piadoso que se simultaneaban con la comida y labor diaria. A su vez, el trabajo manual desde el año 1719 se convirtió en un elemento fundamental de la vida del Colegio, aunque no sería visto como una dimensión educativa predominante, sino como un simple recurso para sobrevivir. 


  Por otro lado, en lo que a formación intelectual se refiere, no era considerado todavía como algo necesario e importante en el horizonte educativo de la Institución. Así, la orientación del Colegio-Seminario se centraba en dos puntos: la clausura y las prácticas religiosas. De este modo, ni la Rectora, ni las criadas de adentro de dicha casa podrían salir de ella, por ser la clausura y el recogimiento pilares fundamentales del centro, siendo motivo de expulsión cualquier salida sin permiso escrito. Solo en caso de no tener misa en el Colegio, los días de fiesta, podrían salir a oírla primando en consecuencia la clausura sobre la misa diaria. 


    SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX. LLEGADA DE LAS HIJAS DE LA CARIDAD La organización anterior se mantuvo hasta 1846, cuando se produjo la llegada de las Hijas de la Caridad al Centro para hacerse cargo de la marcha del Colegio. Este constituyó uno de los hitos fundamentales de su historia. Ellas aportaron la impronta propia de la educación vicenciana volcada en la caridad, el servicio, la dedicación plena a la par que desinteresada. En cuanto a las colegialas que componían el colectivo de educandas de Saldaña era esencialmente el conocido, aunque se produjo una modificación, introduciéndose una nueva modalidad de colegiala: la mediopensionista, con una doble variante: la interna y la externa. La interna pagaba tan solo la mitad de la pensión por carecer de recursos suficientes.
    En lo referente a su educación, el tiempo de prácticas religiosas seguía siendo de 3 horas y media diarias, aunque en términos generales se dieron novedades como el establecimiento de la lectura y escritura como actividades obligatorias para todas, no solo para quienes sintiesen inclinación, el trabajo se convirtió en significativo ya que se empezó a ver el fruto de las labores de las niñas como algo vital para el sostenimiento de la casa y en el vestir, todas tendrían que llevar puesto un hábito religioso en forma de saco largo con escapulario y una correa de S. Agustín. A esto, se la añadía aún la prohibición de escribir cartas o billetes o recibir visitas, salvo parientes, ni ponerse a la ventana o lugar en que puedan ser vistas, ni tener arcas o escritorios cerrados, o poseer libros profanos sin conocimiento ni control de la Maestra.
  En 1868, se creó la Escuela Gratuita con el fin de favorecer a los más necesitados económicamente. Así, el colegio proveería el material necesario para leer, escribir, etc. e incluso para las labores, salvo en el caso de que los padres quisieran quedarse para ellos las labores que sus hijos realizasen. Además, se adelantó a seis años la edad de entrada, permitiendo su asistencia hasta los dieciséis.

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